Más allá de los pronósticos deportivos, hay alguienque ya ganó el Mundial de futbol de 2014. Es Oderbrecht, uno de los principales grupos industriales a nivel mundial, con nombre alemán (proveniente de su fundador y profeta), pero con corazón y sede legal en la ciudad de Salvador, Brasil, desde 1944.
La llegada desde Alemania de la familia Oderbrecht dio inicio a una aventura económica sin precedentes, gracias a importantes apoyosdel Estado, sobre todo si miramos a la última década. Si Oderbrecht fue y sigue siendo Indiana Jones, Inacio Lula Da Silva es su látigo.
En dos años de investigación sobre Brasil, siempre nos topamos con esta transnacional. El motivo es simple: cualquier cosa que se haga en Brasil, del uso de la electricidad al metro, de las carreteras a los acueductos, es marca Oderbrecht.
Se trata de una empresa que siempre coqueteacon el poder, desde los tiempos de la dictadura; que sabe esperar y mirar afuera de su país en el momento de la transición, para luego escoger el caballo justo y ganar la verdadera carrera que esperaba Brasil: la del desarrollo. ¿Y en quién confiar? Por supuesto, en Inacio Lula Da Silva.
Si hacemos unas cuentas, la inversión de más de 2 millones de reales para realizar la primera campaña electoral del ex sindicalista son muy poca cosa respecto a lo que devolvió a la empresa en términos de concesiones y participaciones estatales en proyectos de Oderbrecht. La empresa siempre financia a todos los partidos políticos brasileños, pero es importante notar el desequilibrio entre la cantidad que se dona a las diferentes fuerzas políticas y al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y Dilma Roussef.
La empresa está presente con 27 sedes en todo el mundo, y no sólo en Latinoamérica. Su consigna es diversificación: gas, petróleo, agroindustria, energéticos, defensa, transportes, finanzas, aseguradoras, nuclear y mucho más. Desde el túnel andino al nuevo puerto comercial Mariel en Cuba, para Oderbrecht es difícil perder una concesión.
Para el presidente Hugo Chávez, la empresa era “una gran amiga de Venezuela”. Y cuando sucedieron problemas serios, como en Ecuador en 2007, el presidente Correa se vio obligado a dar más de un paso atrás en su negativa de pagar la mega represa de San Francisco, que nunca funcionó. Es difícil protestar cuando te encuentras frente a Oderbrecht y el BNDES, el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil. Y Correa se ha transformó prácticamente en un camarón.
Oderbrecht parece no tener competencia en Brasil. Ganó todas las concesiones posibles gracias a los buenos oficios de la política. Si pensamos en los estadios para el Mundial, cuatro son suyos. Si en cambio pensamos sólo en Río de Janeiro, tiene desde la nueva línea del metro al Maracaná hasta la aldea olímpica. Todo con dinero y préstamos que llegan, sobre todo, del Estado.
Desde que terminó su cargo, Lula realiza muchos viajes a África y Asia, pagados por las mayores empresas brasileñas. Estos viajes trajeron como consecuencia la apertura de 37 consulados y otras tantas sedes del BNDES, el banco que luego piensa en otorgar los préstamos para nuevas obras. Porque Brasil es muy grande, sí, pero el mundo lo es más. Hasta en Qatar, Lula consiguió contratos para la construcción de estructuras para el Mundial 2022.
El lazo entre Oderbrecht y los grandes eventos deportivos en Brasil no se muestra sólo en las varias obras, sino también por las muchas historias de resistencias de las comunidades que tienen que enfrentarse a su poder e intimidaciones. Si vemos con atención a los pueblos originarios que fueron desplazados, después de varias acciones militares; a la comunidad de Villa Autódromo, que resiste al desalojo en Tijuca; o a la operación de domingo 30 de marzo en el Complexo da Maré,siempre hay un hilo que lleva a esta empresa. Los 4 mil 100 soldados, los 21 tanques y todo lo demás no fueron sólo un espectáculo para mostrar al mundo su fuerza, sino también la acción necesaria para lograr el cumplimiento de trabajos, como la modernización de la Rodoviara, la central desde donde salen centenas de autobuses cada hora.
Si Lula tiene el mérito sacar, en 11 años de presidencia, a 36 millones de personas de la pobreza, permitir que entraran 42 millones a la clase media y crear 21 millones de empleos, es cierto también que fue hábil en crear un sistema clientelar, que no es lo que esperan las personas que lo han apoyaron. Y estas clientelas tienen tomada como rehén a la política. No sólo a la brasileña.
Ivan Grozny, periodista free-lance italiano, director de la revista digital independiente http://www.sportallarovescia.
Fuente: desinformemonos.org