La ‘cuestión ambiental’ es, a esta altura, uno de los llamados ‘problema-país’. La cantidad de conflictos reportados[1], su vínculo con una vocación productiva basada fundamentalmente en un modelo primario-exportador con hegemonía del capital rentista-financiero (sobre todo en minería y energía), la cantidad de actores involucrados que se organizan para cautelar y garantizar sus derechos y condiciones básicas de vida y trabajo, una institucionalidad ambiental permisiva y confinada en los intereses de las grandes empresas nacionales y transnacionales, etc., configuran un marco que vuelve sumamente complejo pensar en soluciones de mediano y largo plazo a la ‘cuestión ambiental’.
Así lo demuestran, por ejemplo, las insuficientes medidas tomadas por el gobierno de la Nueva Mayoría, las que si bien reconocen la presencia de un problema-país, se equivocan en el modo de enfocar y apostar resolverlo[2], ya que puede parecer que en el corto plazo encuentran respuestas (modificando ciertas reglas institucionales y jurídicas, creando comisiones que, en el fondo, en tiempo record promueven propuestas para viabilizar inversiones[3], etc.), pero que en realidad: a) figuran como preocupaciones para recomponer las ganancias y estabilidad institucional dentro de un escenario de crisis de la economía mundial[4] b) apuestan a responder al contexto de conflictividad social surgido del desarrollo del patrón de acumulación rentista-financiero. Son modificaciones que a pesar de responder coyuntural, circunstancial y parcialmente a algunos problemas, no logran ni pueden hacerse cargo del problema de fondo, vale decir, de los puntos de origen del problema.
Más aún, los lamentables desastres –que hacemos mal en llamar “naturales”, pues anulamos el factor social sin duda decisivo[5]- de incendios en Valparaíso, inundaciones en el Norte de Chile, incendios en el sur, han instalado una subjetividad que asocia los privilegios y abusos de los grandes grupos económicos con la vulneración que vive la población expuesta a los desastres. Ahora bien, no se trata tan sólo de una “sensación”, sino que efectivamente las actividades minera, energética, agroindustrial, forestal, inmobiliaria y salmonicultora (por mencionar sólo las principales), son fuentes del grueso de problemas y conflictos socioambientales, más allá de los paliativos que desde el actual gobierno se quieran presentar como “soluciones de fondo”. Es decir, no se cura la enfermedad sólo atacando síntomas. Y allí surgen los cuestionamientos, porque ¿de qué se trata una crítica al patrón de acumulación rentista-financiero? ¿Por qué necesitamos avanzar hacia el develamiento de las causas de fondo de la ‘cuestión ambiental’?
De lo que sí estamos seguros(as) hoy, cuando el objetivo es constituir, fortalecer y desarrollar fuerzas sociales que incidan de manera efectiva en el escenario social y político, es que necesitamos respuestas. No discursos-panfleto ni apuestas que incluyan únicamente una salida institucional y técnica. Se trata de ser realistas, por lo mismo, apoyarse sobre bases científicas de elaboración de una crítica que sostenga a su vez propuestas. Necesitamos plantear una crítica al patrón de acumulación rentista-financiero porque es el modelo empresarial, social, político y cultural que estructura las principales actividades económico-sociales de la vida en Chile, por lo que nuestra crítica debe ir más allá de la denuncia puntual a tal o cual conflicto o a tal o cual gobierno. Por otro lado, necesitamos develar los fundamentos de la ‘cuestión ambiental’ desde una perspectiva de totalidad social, explorar sus principales tendencias y dinámicas, conocer y aleccionarnos sobre las distintas estrategias de resistencia que se han operado contra el modelo, comprender y atender también a los procesos de subjetivación que los distintos grupos humanos han desarrollado durante estas luchas: divisiones, acercamientos, experiencias de organización, afectividades, repertorios de acción e instrumentos de presión, etc.
De otra cosa que estamos seguros(as), es del agotamiento de la táctica de petición-denuncia de demandas y/o reivindicaciones desde los movimientos sociales al Estado. Por supuesto, no se trata de dejar de hacerlo, sino que dar un paso cualitativo más y embarcarse en la tarea de desarrollo de embriones o propuestas programáticas desde el movimiento social y que sean estas mismas las que vehiculen su accionar y tiendan a articular y cohesionar su acción y desarrollo.
Sin embargo, hay todavía dificultades. La primera de ellas se da porque a pesar de existir una oposición amplia o, más precisamente, oposiciones amplias, a las consecuencias socioambientales de la actividad del gran empresariado rentista-exportador, todavía resulta estructuralmente débil en tanto que, en segundo lugar, la tendencia hacia la parcelación de las luchas opositoras es más fuerte que la tendencia hacia su unidad (más aún con luchas de otros sectores, como estudiantes, sindicatos, etc.), lo cual también, en tercer lugar, es producto de una imposibilidad de definir conjuntamente elementos mínimos de unidad y acción colectiva concertada, lo que es, en muchos casos, propiciado por intereses contrapuestos entre diferentes luchas opositoras o incluso dentro de un mismo conflicto, expresión, entre otras cosas, del carácter policlasista de estas luchas y, en segunda instancia, de una incomprensión de algunos resortes fundamentales de la ‘cuestión ambiental’.
¿Qué hacer?
A continuación se sugieren una serie de ideas-fuerza que, estimamos, pueden contribuir a organizar de manera más efectiva y sostenible en el tiempo las fuerzas sociales de oposición. Propuestas modestas para realizaciones concretas, cotidianas, pequeñas victorias que, al fin y al cabo, permitan sostener una perspectiva estratégica. Hemos sabido que organizaciones e individuos han leído las notas que hemos publicado anteriormente. A ellos(as), nuevamente, nuestra voluntad de diálogo, discusión y articulación.
Necesitamos:
1) Simplificar nuestro ámbito de acción. Educarnos en los límites y alcances reales de nuestras luchas parciales. Entender que debemos construir en procesos que son largos, muchas veces de años de duración y que a veces se retrocede y ello no implica ser derrotados(as). Así, la grandilocuencia es nuestra peor enemiga. No podemos realizar todos nuestros objetivos en el corto plazo, por lo mismo, no promover falsas expectativas.
2) Empujar y sostener perspectivas críticas al interior de los conflictos socioambientales que contemplen el interés por develar las causas de fondo de la ‘cuestión ambiental’ y oponerse a ellas crítica y propositivamente. Sin embargo, esta labor debe saber convivir con otros planteamientos, discutir para esclarecer, para volver más efectiva la práctica. La búsqueda de incidencia o hegemonía no debe confundirse con ‘pensamiento único’.
3) Superar prejuicios y sentidos comunes. Debemos entender que nuestra actividad es eminentemente política, en su sentido más amplio y profundo. Años de Dictadura y Transición buscaron despolitizarnos, homologar lo político a lo electoral, etc. Tenemos que reivindicar nuestra actividad política, entendida como poder-hacer-colectivo-emancipatorio y no en su dimensión restricta electoral.
4) Visibilizar y mediatizar conflictos. Denunciar intenciones y real carácter de las medidas promovidas por la Nueva Mayoría en el gobierno. Develar críticamente cuáles son las necesidades de los grandes grupos empresariales por reproducir los márgenes de ganancia y la relación que tiene con ello la conflictividad socioambiental. Es decir, apostar por definir una postura común sobre el origen de los conflictos.
5) Ante la fragmentación y tendencia hacia la dispersión, expresar organicidad. Articular, realizar esfuerzos por encontrar puntos de contacto entre organizaciones y conflictos. Esto es posible, se está haciendo y debemos continuar la senda. Por otro lado, emprender el esfuerzo analítico de vincular el problema local, parcial, con las dinámicas más generales, vale decir, entender los distintos conflictos como parte de un problema-país.
6) Impulsar social y políticamente una apuesta programática y comunicarla oportunamente. El Movimiento por la Recuperación del Agua y la Vida está desarrollando un esfuerzo en esa dirección, la que, sin duda, hay que profundizar, desarrollar y ampliar en su radio de acción, incluyendo a más organizaciones y voluntades que apuesten por las transformaciones que promueve el Movimiento[6]. Así mismo, el desarrollo del capitalismo en Chile es multiforme y tiene diferentes sujetos sociales en permanente estado de conflictividad. Por lo mismo, apostar al intercambio de reivindicaciones comunes y articularse con otros sectores sociales organizados: sindicatos, organizaciones estudiantiles, feministas, asociaciones por un derecho a la vivienda, etc.
Esperamos esta invitación al análisis, reflexión, diálogo y debate para esclarecer oportunamente las formas más efectivas y eficientes de acción, sea bienvenido y útil. Con modestia pretendemos plantear algunos puntos y ponerlos sobre la mesa.
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Citas:
[1] Puedes descargar aquí un estudio del Instituto Nacional de Derechos Humanos: http://bibliotecadigital.indh.cl/handle/123456789/478 [2] http://eldesconcierto.cl/denuncian-nula-voluntad-del-poder-ejecutivo-para-garantizar-el-derecho-al-agua-de-las-comunidades/; http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187992 [3] Un ejemplo de aquello: https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/macro/comite-de-ministros-se-reune-manana-y-afina-informe-final-para-destrabar-inversion/2015-03-24/184253.html [4] Orlando Caputo sostiene tal argumentación, a la que suscribimos: http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/18-159054-2010-12-21.html [5] http://eldesconcierto.cl/lo-que-arrasa-los-pueblos-se-llama-capitalismo/ [6] Aquí podrá encontrar las propuestas del movimiento y una declaración de su última movilización en Valparaíso: http://olca.cl/articulo/nota.php?id=105330—
Por: Javier Zúñiga
Fuente: Colectivo La Savia
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