La juventud mexicana inundó las calles de la ciudad de México. Toda una generación se visibilizó por vez primera en lo que puede ser la movilización civil más grande de los últimos años. La presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos por la policía de Iguala y el crimen organizado, el castigo a los responsables del asesinato de tres de sus compañeros y la demanda homogénea que exige a gritos la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, recorrieron la marcha que durante más de cinco horas paralizó el corazón de la ciudad.
Los padres y madres de los estudiantes detenidos y desaparecidos en Iguala, Guerrero, entre el 26 y 27 de septiembre, marchan a la cabeza. Se ven agotados, en silencio cargan un cartel con la foto del hijo al que no ven desde hace 26 días. “No están solos”, les grita la gente que con velas y flores los ve pasar por la avenida Reforma. Sobrecogedoras imágenes de decenas de miles de estudiantes los arropan y hacen suyo su dolor e indignación. Los familiares ya no quieren hablar con la prensa. Sólo quieren que les devuelvan a sus hijos. Y ponen el plazo de dos días al gobierno federal.
Las consignas, la batucada, los desnudos y performances recorren los kilómetros de una marcha que parece no tener fin. Cuando los primeros contingentes llegan al zócalo capitalino, la retaguardia está apenas saliendo del Ángel de la Independencia. Una camioneta blanca de los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, abre el camino con un altavoz desde el que los alumnos exigen justicia y “castigo a los criminales”. Nombran, en ese orden, a Peña Nieto, al gobernador Ángel Aguirre Rivero y al resto de “funcionarios coludidos”. Las consignas suben de tono y al grito de “el que no brinque es Peña”, los miles de jóvenes se unen un solo salto. Llegan de todos los puntos cardinales de la ciudad y de casi todas las instituciones de educación media y superior. De la UNAM, del Politécnico, la UAM, la Iberoamericana, de Chapingo y de la UACM, entre muchas otras escuelas. La desaparición de los 43 estudiantes es una afrenta para todos ellos.
“Por qué, por qué, por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina”, gritan por un lado, mientras otros responden con consignas contra todos los partidos políticos: “Ni PRI, ni PAN, ni PRD”, unifica a una juventud agraviada. No hay políticos en la marcha. La expulsión con violencia del líder moral perredista, Cuauhtémoc Cárdenas, de la movilización anterior, los obliga a no exponerse. Aquí no hay lugar para ellos.
El pintor tapatío Gabriel Macotela une su indignación pintando sobre Reforma uno a uno los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos y de los tres asesinados, en lo que los manifestantes califican como un crimen de Estado. “EPN sabe dónde están”, se lee en una gigantesca manta. “Que nos los devuelvan”, se lee en otra. Los insultos a los gobernantes no cesan, pero la marcha es pacífica. Un cordón de seguridad rodea a los familiares para que no los atosigue el numeroso contingente de la prensa. Las cámaras de todas las corresponsalías extranjeras están presentes.
En la glorieta de Cuauhtémoc un grupo de señoras espera la marcha con flores y carteles. La noche está ganando y empiezan a encenderse las veladoras. “¿Qué vamos a hacer?” “¿Qué va a pasar?” “¿Qué sigue?”, se preguntan entre ellas. A un lado, cinco mujeres vestidas de negro, con un velo cubriendo su rostro, acompañan en silencio.
Artistas, intelectuales y académicos también hacen presencia. Los alumnos de las escuelas normales rurales del país que han logrado sobrevivir a un sistema que quiere desaparecerlas, tienen un papel protagónico en la movilización. Marchan junto a los alumnos de Ayotzinapa, detrás de los familiares de los 43 desaparecidos. Luego el resto de los contingentes estudiantiles y hasta atrás las organizaciones sociales y la sociedad civil en general. Los machetes de San Salvador Atenco retumban en el concreto, mientras los trabajadores del SME y los maestros de la CNTE se unen al contingente.
En el zócalo, de espaldas al Palacio Nacional, se colocó un templete con sillas para los familiares de los desaparecidos. Abajo, frente a ellos, una primera línea con 43 pupitres vacíos y tres con una veladora. El grito unánime de “¡Fuera Peña!” recorre la plancha de la Plaza de la Constitución, mientras alrededor del asta bandera empiezan a reunirse las veladoras. Los primeros en tomar la palabra son los padres de los muchachos detenidos por la policía de Iguala desde hace 26 días. “Como a las 9 o 9:30 me habló mi hijo. Que manden compañeros porque la policía nos está correteando… ¿Por qué matan estudiantes que apenas empiezan a hacer una vida y una carrera digna?”, dice uno de ellos. Y, por si hiciera falta, remata: “No tengo confianza en el gobierno del presidente ni en el gobierno estatal. Ya va a ser un mes y no sé nada de mi hijo”.
Las decenas de miles de personas responden a la indignación y coraje de los padres. “Queremos apoyo”, claman. Y la respuesta unánime es: “No están solos. No están solos”. “Mi hijo Cristian me dijo ‘papá, me siento muy orgulloso de ti’. Junto con mi esposa sacamos adelante a nuestros hijos. Y es la hora en que no puedo encontrar a uno de ellos”, dice uno de los padres desde el templete. Y otro, con desesperación, advierte: “Nosotros los padres estamos decididos a dar la vida por ellos”. Y uno más: “Exigimos al gobierno que nos dé respuesta, porque de lo contrario la sociedad civil va a explotar”.
Un alumno de la normal de Ayotzinapa anuncia el pase de lista de los 43 estudiantes desaparecidos, los que hoy le faltan a este país. Uno a uno se escuchan los nombres, seguidos del escalofriante grito de “¡Presentación!”.
Siguen los mensajes de solidaridad de las organizaciones. Se escucha al siempre solidario Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco. Y también llegan las palabras del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y del Congreso Nacional Indígena: “Hoy reiteramos que mientras no aparezcan con vida nuestros compañeros normalistas de Ayotzinapa y en el estado de Sonora, nuestros hermanos Mario Luna Romero y Fernando Jiménez se encuentren presos por defender el agua sagrada del río Yaqui, mientras estén secuestrados por los malos gobiernos seguiremos respondiendo en consecuencia”.
El acto está llegando a su fin y aún siguen llegando contingentes a la plaza. En un costado, decenas de personas pintan gigantescas letras con pintura blanca con la leyenda “FUE EL ESTADO”. Mientras otros lanzan pequeños globos de Cantoya con el número “43” pintado. Un grupo de mujeres desnudas con el cuerpo cubierto con pintura roja se hace presente. Unas velas apenas se encienden cuando otras ya se están apagando. Tláloc perdonó y la movilización termina tranquila. “Nunca imaginamos que la búsqueda sería una larga agonía”, finaliza uno de los padres.
Fuente: Desinformemonos