El sol que se enfría con el viento primaveral del cielo azul aún hace flamear algunas banderas en esta nueva conmemoración de un 11 de septiembre que marcan los 41 años del Golpe de Estado perpetrado en 1973. ¿Qué nuevo se puede decir?
Aún hay viejos fachos que elevan la bandera. Aún se hacen ceremonias en La Moneda entre víctimas y victimarios. Aún se encienden los fuegos callejeros que hacen de preludio a las celebraciones del 18. Aún hay viejas fachas que defienden el rol de las fuerzas armadas y de orden para sacar al país del marxismo come guagua.
Aún la Nueva Canción Chilena suena como himno solemne que defiende la dignidad de los sueños que movilizaron a un país completo. Ni un solo acorde se entonará para las pieles remozadas que alardean con reformas y reformas muy importantes -según dicen- pero que nadie las ha podido entender cabalmente.
Bombas que explotan sin adjudicaciones políticas de grupos ni colectivos. Silencio. Ley antiterrorista, fiscales especiales. Explota otra bomba, como por tantos años han explotado cada pedazo de este país. Desde el agua, la tierra, el aire, hasta la educación, la salud, el transporte, y un largo etc.
Si la dictadura hizo algo, además de asesinar e intentar destruir todo lo que se pusiera frente a los bototos milicos que marchaban tras el clarín de la tortura y las desapariciones, fue transitar hacia el mundo del emprendedor, de la televisión y de la transnacionalización del mercado. Un mercado siempre escaso a los más, y siempre sobrante a los menos. Es que ser pobre es la condena del flojo.
Discursos que salen de una sonrisa femenina que pertenece al mundo militar. El mundo militar calla. La impunidad aún es la norma en este país que pertenece a la OCDE y se levanta como el jaguar de América Latina, dando clases de cómo saquear el subsuelo a países vecinos con la estatal Codelco.
A 41 años, una vez casi olvidada la propaganda mediática, simbólica e ideológica de las “conmemoraciones” de los 40 años que se realizaron el año pasado intensamente con series nocturnas y programas especiales en radio, televisión y prensa, las velatones se mantienen encendidas como esperma que recorre en las venas que claman justicia. Son como fueguitos que avanzan soterradamente para salvarnos de estas banderas que flamean un 11 de septiembre agrediendo minuciosa pero hondamente la primavera que intenta brotar. El mar se agita sacando la sal de los fierros oxidados que lanzaron impunemente.
Pero quizás, lo único que quede por reafirmar, es que sencillamente somos más. Somos cientos. Somos miles los que construimos día a día y, un día de conmemoración mediática en medio de miedos propagados desde arriba, no harán que detengamos nuestro caminar fraterno que busca construir confianzas. No solo somos más en cantidad, también en fortaleza que se construye día a día. Pues, solo la confianza radical y profunda podrá salvarnos de la masacre. El poder es más simple y poderoso de lo que creen algunos… y está en nosotros.
Por: Javier Karmy Bolton